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Ser Maestra

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Noviembre 30: Fiesta de fin de curso; un año más que concluía. Pero ese fin de curso no fue el mismo que el de años anteriores. No, ese Fin de Curso fue el final de la Escuela Secundaria; fue el final de la adolescencia, el final de cinco años de esperanzas y fantasías, fue el año en que me recibí de Maestra Normal Nacional, el año en que mis sueños se estaban convirtiendo en realidad. Porque a partir de allí comencé los trámites para empezar  a trabajar como docente, para iniciar una tarea largamente esperada, ansiada desde la infancia:   SER MAESTRA.

El primer día de marzo, a las 8 de la mañana sonó en casa el teléfono y fue mamá la que lo atendió. Me llamaban para presentarme en una escuela para tomar el trabajo de suplente.  Fue mi primera suplencia. Pasé años ejerciendo suplencias pues estaban suspendidos todos los concursos, pero no me molestaba cambiar de escuela; sólo me interesaba estar frente al aula brindando a los pequeños las herramientas para alcanzar el conocimiento. Fueron años de aprendizaje; años en los cuales no sólo enseñaba sino que también aprendía de mis alumnos; años en que trabajaba arduamente realizando cursos, tratando de perfeccionarme para poder brindar en cada momento del trabajo diario,  las motivaciones necesarias para que el aula se convirtiera en un gran taller donde los alumnos fuesen los operarios de la poderosa  industria del conocimiento; para que aprendieran del otro y con el otro, para que los valores de la solidaridad, la amistad, y el afecto  mutuo fuera el  motor que los impulsara.
Pasaron los años y llegué a la titularidad. No me convirtió en otra persona. Era la misma: llena de inquietudes pero más madura, más comprensiva, más tolerante mas siempre plena de afecto por aquellos que esperaban de “su seño” la contención, la transmisión no sólo de saberes sino la enseñanza que les permitiera  ver con ojitos bien abiertos las realidades que nos mostraba la vida paso a paso.

Los años en que fui MAESTRA fueron  inolvidables y quedaron grabados para siempre en mi corazón. Vuelven a mi mente las caritas de Silvina, Carlitos, Federico, Pinino y tantos otros cuyos nombres recordaré siempre porque fueron parte de mi vida y dejaron una huella imborrable en mi existencia. No importan otros títulos o profesiones. Nada ni nadie en el mundo me quitará ese sello de Docente que perdurará por siempre en mi vida.
Porque fui y siempre seré MAESTRA!!!Saludo a mis queridos docentes en NUESTRO DÍA, envolviéndolos en un abrazo fraterno. FELICIDADES!!!