¿Qué festejamos? La llegada de aventureros invasores a un continente habitado por hombres y mujeres, quienes vivían en libertad y en plena comunión con la naturaleza, con sus conflictos, claro, no era el paraíso; y la apropiación de todo lo que poseían, el engaño, el secuestro, la muerte y la destrucción de su cultura.

Nadie quiere que le quiten lo que es suyo, nadie quiere que en nombre de “Dios” se hagan las peores atrocidades (Dios es amor, muchachos…). En fin, aún mucha tela para cortar y mucho para debatir.

Una propuesta: recordemos cada 11 de octubre a los que nos antecedieron en esta tierra y enseñaron a sus hijos a cuidarla porque, como dice un proverbio mapuche, nadie es dueño de la tierra, la recibe en préstamo cuando nace y debe devolverla a la naturaleza más próspera y fértil cuando se va.